Rocío Fernández Berrocal, antigua alumna del IES San Fulgencio, profesora de Lengua Castellana y Literatura, Doctora en Filología Hispánica y Académica Correspondiente de la Real Academia de Écija, escribe una semblanza de su paso por el centro. Muchas gracias, Rocío, por tus palabras, tus profesores de entonces, algunos todavía en activo, se sienten orgullosos de ti. Mañana nos encontraremos en la presentación del libro inédito de Juan Ramon Jiménez y la nueva biografía de Zenobia Camprubí. ¡Enhorabuena!
Recuerdo mi paso por el instituto San Fulgencio como una travesía intensa y luminosa de conocimiento y amistad, una época dorada de aprendizaje y descubrimiento, unos años intensos de apertura a la vida y a los sentidos, a las verdades universales, años tan preparatorios y decisivos para lo que vino después.
Mi grupo de amigas era mi fortaleza, mi piña, lo más dulce; los profesores eran maestros de la materia y de la vida. Éramos buenos con ellos, éramos buenos niños, estudiosos y comprometidos; al menos, ellos estaban contentos con nosotros. Nos lo dijeron después, cuando tuve la fortuna de seguir en contacto con ellos y me lo confesaron. Y uno de ellos fue Alfredo Avilés, profesor de Historia, con el que luego coincidí (la vida es una rueda de casualidades) con él en el instituto donde trabajaba y eso, tanto para un profesor como para un alumno, es un choque de emociones, de orgullos, de reflexión ante el tiempo: yo lo hacía mayor a él, pero reforzaba con mi trabajo el suyo de años anteriores. Y ahora él está en el instituto donde yo hice las prácticas. Cadena de coincidencias. Ahora muchos alumnos míos vienen a mi instituto a dar clase y se repite la historia de complicidades.
Soy profesora gracias a una gran profesora del instituto San Fulgencio porque mi gran descubrimiento vino en segundo de Bachillerato, mi caída del caballo como San Pablo: el resplandor de la vocación, el nacer a la literatura, de la mano de la magistral Trinidad Sánchez, cuyas clases, enseñanzas, visión de la literatura y de la vida misma (toda ella en sí misma) me marcaron hondamente y puedo decir que toda la felicidad que he encontrado en los libros ha sido gracias a ella. Cuánto le debo. Treinta años después de aquel curso iniciático ella me invitó a formar parte de una Asociación llamada El Legado de las mujeres que pretendía rescatar del olvido a grandes mujeres de todas las disciplinas y ponerlas a disposición de la comunidad educativa en la página web Womens Legacy. Acepté y en la mesa de presentación del proyecto, con ella a mi lado comentado mis libros sobre Juan Ramón Jiménez y mis investigaciones, me emocioné hasta las lágrimas y le dediqué las palabras que Camus le escribió a su maestro, el señor Germain:
Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto.
Cuánto aporta un profesor a un alumno, cuánto hace en la vida de una persona. Viva la docencia, que es el presente del futuro. Un abrazo.
Rocío Fernández Berrocal
Doctora en Filología Hispánica